Marzo ha sido un mes toper. Alerta metereológica, fallas, llegada de la primavera, cambio de hora. Y para rematar… la naino 2. Tranquilidad, más cortita que la primera, y con unas cuantas estrellas invitadas: Xavier Vendrell, Joan Toledo e Irene Castelló.
déjame vivir con alegría
Te regalo la cultura del esfuerzo. Te regalo salir de la zona de confort. Te regalo lo del sufrimiento como antesala del disfrute. Te regalo lo de “la vida curte” o “la vida es dura”. Te regalo la clase obrera romantizada. Te regalo madrugar por obligación. Te regalo lo de luchar (por lo que deseas, por lo que sueñas, por salir de una enfermedad…) para conseguirlo, como si la vida fuera una batalla. Te regalo las toneladas de miedo que nos tiran encima todos los días. Te regalo el odio que exhala la extrema derecha (y la derecha). Te regalo la productividad como incendiaria gasolina del día a día. Te regalo el malismo que siempre nos perjudica a los mismos.
Te regalo las jornadas laborales donde la hora de entrada es sagrada pero la de salida ya-si-eso. Te regalo que el querer hacer lo que me dé la real gana en mi tiempo libre lo definas, con condescendencia y crítica, como procrastinar. Te regalo el propio concepto “tiempo libre”. Te regalo tu rictus serio como garante de las cosas bien hechas. Te regalo la apología de trabajar duramente. Te regalo a ese político que bebía y comía mientras la gente se moría (y a los que le apoyan, y a los que le votan). Te regalo el enfado eterno y la mala hostia como valores al alza camuflados de tener caracter y gilipolleces similares. Te regalo el sentimiento de culpa. Te regalo dios aprieta pero no ahoga. Te regalo a los jefes que imponen climas laborales hostiles y tóxicos para ocultar sus miedos, carencias y complejos. Te regalo tu alabanza del sacrificio (ajeno, claro está) que te permite vivir sin practicarlo.
Me regalo (¡siempre!) a Vainica Doble: “Déjame que descanse un rato al sol / Déjame vivir con alegría…”.
la tortilla
Nunca hay que juzgar a las cosas por su apariencia. A las tortillas de patatas menos. Un chivatazo de mi amiga Ana me llevó a probar la de La Bodeguita (en Avellanes, 15) y hoy por hoy es mi favorita de la ciudad. Entera es muy grande, robusta, asusta al verla. Pero recordar lo que he dicho en la primera frase. Porque cuando llega dentro del bocadillo el tamaño gigantesco desaparece, se ha adecuado al (estupendo) pan, nada de esa moda angustiosa de los formatos XXL. Es jugosa (que no líquida), con mucho sabor a patata, sensaciones que acompañan al paladar incluso tiempo después de devorarla. Y cuatro apuntes más: el servicio es magnífico, no se puede pagar con tarjeta, el bar se suele llenar y si llegas avanzada la mañana corres riesgo de quedarte sin y sí, pesados, también la hay con cebolla (allá vosotros).
lo que no pasó en el concierto de Ramones de 1990
Ramones actuaron el martes, 4 de diciembre de 1990, en Arena Auditorium. La entrada costaba 2.000 pesetas, no existían entonces los gastos de gestión. BB Sin Sed estaban anunciados como teloneros (incluso hubo un chavalín que lució una camiseta de ellos), pero nunca subieron al escenario.
Xavier Vendrell (cantante y letrista del grupo catalán, ahora en Sed de Mal) responde, vía facebook, sobre la ausencia de su banda aquel día: “No lo recuerdo bien, pero creo que fue una decisión del promotor porque iba todo descontrolado de tiempo para poder hacer las pruebas de sonido”.
BB Sin Sed fueron elegidos para acompañar a Ramones porque ya habían compartido con ellos la anterior gira de 1988. “Nos lo propuso nuestra compañía editora, a ellos les pareció bien. Íbamos a nuestra bola y no tocábamos demasiado los cojones con nuestras exigencias”.
En 1990, los catalanes hacía un año que habían publicado su segundo trabajo, el fantástico Sed de sed “y girábamos aún con ese disco, con Ramones y con Loquillo y los Trogloditas. Aún estábamos con 3 Cipreses-Dro y todo iba bien, viento en popa”. Los norteamericanos, por su parte, presentaban el discreto Brain Drain (1989), después del exitoso recopilatorio Ramones Mania (1988) que los había descubierto para una chavalería que les juró, entonces, 1,2,3… fidelidad eterna.
El set de los Ramones fue monolítico, ensordecedor, como una hormigonera a todo trapo y a piñón fijo, donde era imposible reconocer las fabulosas y electrizantes melodías del grupo.
proyectos que no haré (I): Dover Came to Me
Un día no-sé-porqué me puse a pensar en el más de medio millón de copias que vendió Dover de su “Devil Came to Me”. Me preguntaba qué habría sido de todos esos discos. ¿Seguirían con quienes lo compraron? ¿Los escuchaban aún? ¿Morían de asco en la guantera del coche junto a la documentación y unas llaves de no se sabe donde? ¿Llevaban meses en el suelo, en la bajera de una estantería, sin que nadie se hubiera dado cuenta de que se habían caído? ¿Habrían sido abandonados, acabando incluso alguno en la basura o vendidos en wallapop? ¿Los seguiría pinchando algún dj? Es una cantidad demasiado grande para que su desaparición hubiera pasado desapercibida. Imaginar todos aquellos discos como una civilización propia me hipnotizaba. Me propuse contactar con gente que lo compró en su día para averiguar qué había pasado con sus copias. No hice nada. Eso sí, la idea me sigue fascinando.
subir la montaña




Joan Toledo tenía cinco años cuando fue por primera vez a los Pirineos. Mayo de 1974. Una excursión con la familia a Canfranc (Huesca) y, en sus propias palabras, flipó. “Comencé a ir a la montaña con el Grupo VII Scout de Escolapios, de (la calle) Carniceros. Aún conservo amigos de allí y con alguno aún escalo”. Han pasado más de 40 años.
Subir la montaña es una afición (como muchas otras) que cuesta entender a quien no la practica(mos). Escribir, a veces, se hace para encontrar respuestas. ¿Por qué escalas? ¿Qué te proporciona, qué buscas, qué encuentras? Toledo enumera: “Superación, contacto con la naturaleza, concentración / desestresarse, amistad,...”. La escalada no arranca en la propia montaña, sino días antes. “Me gusta mucho la preparación. La disfruto muchísimo. Empieza todo en la Librería Patagonia del carrer de l'Hospital. Es mi santuario de cartografía y proyectos”.
A Toledo muchos lo recordarán como frontman de Las Máquinas o miembro de Truc, dos maravillosas (e imprescindibles) formaciones valencianas. Escenario y montaña pueden compartir sensaciones, adrenalina, euforia, aunque Joan escalar “más que con el escenario lo compararía con el mundo taurino. Tientas a la suerte. Hay que arrimarse. Cuando te estás equipando es como entrar en capilla ... con la gran diferencia moral que aquí, aunque te juegas la vida, no maltratas a nadie, a ningún animal. Es un acto de libertad suprema. Libertad, consciencia y responsabilidad”.
Ese riesgo que menciona lo ha vivido en primera persona, aunque prefiere hablar de susto y no de accidente grave. “A finales de agosto una piedra me rompió el morro en el Pedraforca (Catalunya), en una vía histórica, antigua, sencilla y larga, la Vía Homedes. Tuve suerte. Hay que asumir el riesgo. Esperem no morir”.
me gusta
Me gusta(n) … el Interzona de La Plata, los cruasanes del Forn i Pastisseria Montaner, el podcast Popcasting (muy fan, también, de las demás cosas que hace Jaime), Julia Caba Alba (en todas y cada una de las películas en las que participó), el catálogo entero de Café Royal Books, los Antivirales de Begoña Gómez Urzaiz en el Culturas de La Vanguardia, las aceitunas verdes rellenas de boquerón en vinagre El Faro, el debut de Salvar Doñana (el disco que me hubiera gustado que existiera cuando era joven), el librazo de fotografías Un barrio saliendo del barro de Javier y Santi Vaquero, la newsletter de la librería La Llama, el Sporting Benimaclet, el bocadillo de tortilla de atún de La Luna, el ep que ha sacado Discos Garibaldi a Corazón + Pablo Prisma y muchas más cosas que ya os iré contando.
el mejor verano de Irene Castelló
Irene Castelló es escritora, aunque puede que ella aún no lo sepa porque no ha publicado ningún libro. Basta con entrar en sus redes sociales para comprobarlo. O leer, a continuación, el mejor verano de su vida:
Me han pedido que escriba sobre mi mejor verano y me ha venido a la cabeza la letra de esa canción de Family llamada justamente “El bello verano” y que siempre suena en repeat con la llegada del buen tiempo.
"Tengo ganas de fiesta
de que acabe el invierno
de volver a nadar en el mar
de soñar un verano
en el que fuimos novios
y poderle cambiar el final"
Si la vida fuera siempre maravillosa e ideal, el mejor verano debería ser siempre o el último verano o el que está por llegar, pero pienso en el verano pasado que discutí con mi pareja y saltó todo por los aires y compruebo que no es así.
Escarbo un poco más en la memoria y me salen los veranos de mi infancia donde los siete de la familia nos metemos en el coche de mi padre rumbo al chalet donde estaremos hasta septiembre y las palabras mágicas son pedirse "ventana derecha no llevo a nadie", si te descuidas puedes acabar enmedio llevando encima al mediano de tus hermanos todo el camino.
Veranos de adolescente de vespinos y primeras discotecas donde el tiempo parece infinito o veranos de juventud de ir de festival en festival haciendo malabares con los estudios y el trabajo.
Todos ellos bien pueden tener el título de "el mejor verano" pero he decidido hablar del que de verdad recuerdo como mi mejor verano.
Año 2016 rumbo a Menorca.
Primera vez que los niños iban en avión.
Emoción máxima y miedo a partes iguales. Sus caras mirando por la ventanilla del avión son un poema.
Al aterrizar preguntan si estamos donde antes.
Como si el avión hubiera despegado, dado unas vueltas por el aire y vuelto a aterrizar en el mismo lugar.
Una vez allí uno se marea y vomita en cada trayecto de coche y la otra pregunta que por qué todos los días vamos a la playa.
Podemos ir cada día a una cala paradisíaca, andar entre montañas y parajes maravillosos que cuando llegamos siempre dicen protestando:
"¿Otra vez playa?"
Al menos todavía no existe el tiktok ni dicen mami bro ni en plan.
Somos afortunadas por eso, pero todavía no lo sabemos.
Yo me paso los días inquieta y preocupada por mi padre que cada vez está más enfermo.
Son días de escarpines, flotadores de colores, de saltar al agua desde las rocas más altas, de pareos y gafas de bucear y también es el penúltimo verano de los cuatro juntos, antes de que llegaran los veranos de quincenas alternas, pero eso tampoco lo sabemos todavía.
Al acabar el verano todos los nietos graban un video a mi padre para felicitarle por su santo que es el 1 de septiembre.
Mi padre murió doce días después y el verano del 2016 se convirtió en el último verano feliz en que no faltaba nadie,
Ese verano en el que me hubiera gustado subir al avión, dar unas cuantas vueltas y aterrizar en el mismo lugar y como dice Family en su canción:
... poderle cambiar el final.
💥 naino acaba hoy con Lorena Álvarez y sus Rondadores versioneando el “Naino” de Manzanita.
¡Nos leemos el último día de abril!
Y, por supuesto, ¡Mazón dimisión!