La de abril tenía que ser la última entrega de naino. Esta no-wsletter (a tope con la risa) nació para ir cogiendo ritmo de escritura de cara a los nuevos proyectos que tenían que llegar. Y estos ya se acercan. Pero le he cogido cariño y me da pena finiquitarla. Así que, por ahora, seguirá llegando a vuestros buzones. En un giro inesperado de los acontecimiento, he estado tentado de convertirla en quincenal, e incluso semanal, por ahora he echado el freno. Pero el aviso está ahí.
de panceta, fachas y Beatles en portugués
Me equivoqué, el otro día, añadiendo panceta al bocadillo de tortilla de patatas en el Luna. Me dejé llevar por lo que pidieron las personas que iban delante de mí. Fui arrastrado por el efecto llamada de una promesa que no se cumplió. La tortilla si está buena siempre es mejor sin compañía en el pan. Pero cedí. Leo en prensa, una y otra vez, la alarma sobre esa franja de jóvenes (entre un 25% y un 36%, según la fuente) que tienen intención de votar a la ultraderecha. Y me pregunto si con tanta insistencia mediática no se está convirtiendo en algo atractivo (su panceta) para el indeciso, para el desubicado, para el que no consigue asirse a nada en una edad tan complicada como la que tienen. No digo que haya que ignorar esa amenaza, pero igual habría que dar su espacio a ese otro 70-75% que (con la que está cayendo por todos los lados) no comulga con los ultras reaccionarios, dar voz a esa muchachada comprometida… aunque eso signifique menos visitas, lecturas, oyentes o espectadores.
Para algunas personas (sobre todo en facebook) los jóvenes lo hacen todo mal. Son, ¡sorpresa!, personas que dejaron de ser jóvenes hace tiempo. Cargan contra lo que escuchan (con ese mantra de “no es música” con el que se condenaba a la electrónica o al punk hace décadas) y cómo lo hacen (como si los casetes que grabábamos de la radio tuvieran más calidad que el streaming actual), contra su lenguaje (se burlan de que se llamen “hermanos/as” como si en tiempos pretéritos no se dijera primo/a o tío/a a amigos/as con los que no se guardaba ningún parentesco familiar), contra su forma de vestir (un repaso por las fotografías del pasado de cada cual no aguantaría ni un asalto), contra su supuesto exhibicionismo (sus redes sociales son nuestras carpetas forradas y llenas de consignas, nuestras chapas, nuestros parches, nuestras camisetas), contra su urgencia por todo (vamos, contra que corra sangre por su venas), contra su falta de compromiso (aquí dieron una bofetada con la mano bien abierta cuando la zona afectada por la dana se llenó de chavales voluntarios).
Ridiculizar la supuesta adicción de los jóvenes por la redes sociales desde una red social tiene su guasa. A mí me parecen un magnífico invento para según qué cosas, aunque se corre el riesgo de caer en el scroll infinito. Desde el punto de vista de la información cultural me resultan muy valiosas. También puede provocar cierta ansiedad ante la cantidad de estímulos que llaman a tu puerta. Por eso, de vez en cuando hay que refugiarse, aparcar el móvil. Predico con el ejemplo y escucho Coloreados, el álbum que grabaron Kiko Aguado y Celia Mur en Granada en 2005 (cd que me costó solo 1€ en una jornada de minería por los cajones de ofertas) y cuando llega “Minha vida”, la versión en portugués (letra de Rita Lee) del “In my life” de The Beatles, todo se detiene. Y tengo la sensación de que lo que me quitó la panceta me lo devuelve la música. Solo hacía falta buscarlo, sin seguir ningún palo ni ninguna zanahoria.
lo que nos cuenta la publi (de 1973)
Hablaba, hace poco, con Rafa Solaz, de la cantidad de documentación sobre una época que tenemos a nuestro alrededor, presente en nuestro día a día, y a la que no le hacemos caso (y acaba muchas veces en la basura). Desde la publicidad de los supermercados (en la Biblioteca de Catalunya la conservan en su sección de Material Menor) a, por ejemplo, la relacionada con la prostitución y similares (de la que él tiene una magnífica colección). Atesoran información sobre quienes somos, cómo nos comportamos y el tiempo en que vivimos. Precisamente, en uno de sus libros, el magnífico Valencia canalla, recogía el anuncio de una pistola de fogueo que se vendía para seguridad personal por 280 pesetas, en 1973. Un reclamo que podría interpretarse como un editorial.
En una de mis vistas a la Hemeroteca lo busqué. Allí estaba en Las Provincias del 8 de julio de aquel año. No era la única publicidad que llamaba la atención. Todo lo contrario. Cierto que en aquel ejemplar había algún que otro contenido suculento (como un artículo de Fermín Cebolla sobre el efímero papel como corresponsal de guerra de Pío Baroja), pero los ojos se lanzaban en picado hacia los anuncios.
Si hubiera que establecer un pódium con los tres mejores, junto al del revolver de fogueo estarían uno en el que se buscaban futbolistas (no interesan medianías se especificaba en mayúsculas) para formar un equipo de empresa y otro sobre un viaje organizado a Japón saliendo desde Valencia (16 días por 54.500 pesetas y acompañados por el director de la agencia en el que era su cuarta visita al país asiático).
Más allá de lo exótico que puedan resultar las tres propuestas (había más), contienen mucha información sobre la sociedad de entonces, sobre los miedos y aspiraciones de una ciudad (y un país) que vivía aún bajo el yugo de una dictadura. Año y medio después moría, por fin, Franco.
proyectos que no haré (II): Volver a El Saler
Cuando era pequeño, nuestros padres nos llevaban siempre (en el Seat 127 verde metalizado que fue repintado blanco años después, matrícula que nunca he olvidado V-7922-X) a la pinada de El Saler. Una pelota, un columpio, una sombra, mi padre con sombrero, pantalón corto y zapatos, comer en una vajilla de plástico rojo. A la playa nunca, al menos yo. Decidí que tenía que localizar aquellos sitios exactos a partir de alguna fotografía que nos hicimos allí. Eso y mis apurados recuerdos era con lo único que contaba. Aspiraba a que una vez en el lugar se produjera la magia. Y, por supuesto, la idea era registrar (de manera visual y escrita) todo el proceso. No hice nada.
¿dónde irán nuestras cosas cuando ya no estemos aquí?
Hace unos días, cuando bajé a tirar la basura, el contenedor me devolvió un crochet de dolorosa realidad. A sus pies, un sobre con señales de pisadas, papeles varios y cuatro fotografías de DNI. Con la bolsa en la mano, me agaché porque me pareció reconocer ese rostro. Era un vecino de mi edificio, fallecido hace algunos años. Su recuerdo, su pasado, su vida, estaban en el suelo, rodeados de desperdicios, a escasos quince metros de su patio, de su casa.
Me sorprendí enfadado, cuando tampoco había tenido mucha relación con él más allá de saludarnos en el ascensor o el patio y de las conversaciones protocolarias entre vecinos copadas casi siempre por la meteorología. En parte creo que fue por pensar lo que pasará con mis cosas cuando no esté. Cuando digo cosas digo libros, discos, fotos, revistas…
(Mientras escribo esto hago una pausa, miro a mi alrededor, recorro con la vista, en silencio, todas esas cosas y me las imagino en ese mismo contenedor y… suspiro).
Por cierto, que una vez que tiré la basura, miré en el interior del sobre. Encontré una foto en blanco y negro de mi vecino y su mujer, más jóvenes de lo que nunca les conocí, la cogí y me la subí a casa. Puede que solo la haya salvado temporalmente y que dentro de (espero) muchos años acabe otra vez, donde yo la rescaté, junto al resto de mis cosas. Puede, pero, por ahora, se ha ganado el indulto.
sin título
Hace unas semanas llegó un mail al correo de naino. Lo firmaba un tal Sami Ortiz. Incluía un poema de pena (la ocurrencia es suya) por si lo quería publicar. Le contesté pidiendo algo más de información sobre él. Mandó las líneas que puedes leer más adelante en tercera persona. Le volví a escribir preguntándole el título del poema y si tenía redes sociales para enlazarlas cuando citara su nombre. Ya no contestó. Sin que sirva de precedente, lo publico, porque la verdad es que me gusta mucho.
Sami Ortiz trabaja en un bar y se aburre. Y va escribiendo en el móvil lo que se le ocurre. Le encanta el blanco y negro, el bocata, Sonic Youth y mirar a la gente. Tiene más de 30 y menos de 40. ¿Años? Emoji de hombros alzados.
Sin título
No contestas ese guasap
porque no tienes dinero
ni para ir a La Resi
ni a esa peli que se estrena
Y te bajas sola al chino
Y te pides una caña
Otra vez los cacaos rancios
Y aquel viejo hablando de España
Mañana no tendrás resaca
y viene Diego desde Barna
Maratón de BBTheory
Maratón de lo que le pasa
Llega un audio de Elenita
Drama, drama, drama
Lo ha dejado con su novia
Tú te pides otra caña
Ves a uno del buzoneo
Te saluda, no se para
Una vez te dijo algo
de triunfar y de Ruzafa
Das Me Gusta a tres stories
el viejo aquel no se calla
recibes un aviso en el móvil
camisa vendida en walla
Es hora de irse a casa.
en plan
Si estás en València el 15 de mayo tienes un problema. A las 18.30h Leila Guerriero charlará con Pol Guasch sobre sus respectivas escrituras (6€ en Caixa Forum). Y a las 20.15h Za! y Perrate llevan al directo su monumental Jolifanto (en l’Etno, ¡gratis!, recoger entradas el martes de esa semana). Elige tu propia aventura.
Antes, el viernes 9, vuelve Confeti de Odio a la ciudad. A las 21h, en Ca Revolta, 12€ anticipada, y con Nanas también en el cartel. A ver si Lucas Vidaur nos borra el recuerdo regulero de su visita anterior al Loco, canciones tiene de sobra para ello.
A Paco Inclán hay que seguirlo haga lo que haga y vaya donde vaya. El 16 de mayo estará en La Batisfera (20.30h, 10€) con Sólo. Un show en torno a las palabras. Como él mismo entrecomilla, “la intersección entre la divulgación, la curiosidad y el cachondeo”.
Docs Valencia empieza el 9 de mayo y acaba el 17. Y con mucha miga. Tres que intentaré no perderme: Jarque. L’home objectiu (sobre el fotógrafo valenciano), Cecilia Bartolomé. Tan lluny, tan a prop (sobre la cineasta alicantina) y Soñando fútbol (un diálogo con diez exfutbolistas de los noventa).
Hablando de documentales, muchas ganas de ver Ellas en la ciudad (Reyes Gallegos), “la historia de una generación de mujeres, las primeras pobladoras de los barrios de la periferia construidos en los 70”. Aquí el pedazo de cartel, aquí el trailer. En Movistar a partir del 22 de mayo.
De todas las editoriales independientes que han surgido en estos años, ¡ojo! con Papelillo. Fan declarados del realismo sucio abrieron fuego con Pauline. Memorias de la madame de Clay Street (Pauline Tabor), acaban de reeditar La carretera muerta (Gabriel Oca Fidalgo) y ya anuncian No soy Enrique Vila-Matas, de Montero Glez.
Comanegra (otra de esas editoriales a las que hay que marcar de cerca como si se fuera un defensa central de los de antes) ha publicado Candel (de Genís Sinca), biografía del imprescindible y comprometido escritor (nacido en Casas Altas, Rincón de Ademuz, València, aunque se fue de pequeño a vivir a Barcelona). Ganas de tastarlo.
Cada uno tiene las aficiones que quiere. Una de las mías es buscar publicaciones (actuales y no) disponibles en pdf (¡no me miréis así!). En la web de la Fundación Joaquín Díaz tenéis todos los ejemplares de la Revista Folklore (desde 1980 hasta la actualidad).
Papaus i caques es el podcast que necesitábamos. All Cru (ese es su nombre en instagram, desconozco el verdadero, lo siento) invita a alguien a almorzar y a charlar. Sin filtros, como si compartiéramos mesa con ellos. Lo ha inaugurado con Enric Alepuz (diseñador, grafista, músico, productor, mano que mece Multi Love…) en el Bar Bodega Flor. Aquí lo tienes en vídeo, aquí lo tienes en audio. Y aquí un extra sobre las papas favoritas de Alepuz.
Y después de un buen almuerzo nada mejor que una buena merienda. Un helado siempre en el top de ellas. Muy favorito los de Antigua Lechería, en la Plaza del Doctor Landete, 7, de València..
💥 naino acaba hoy con Confeti de Odio cantando “Muchísimo”.
Y, por supuesto, ¡Mazón dimisión!